jueves, 5 de marzo de 2009

Los marxianos somos verdes

LA REVOLUTA – EPISODIO 37

Lenin hizo su mayor esfuerzo. Por un instante, el único gangoso del pueblo supo que estaba ante la oportunidad de su vida. No se trataba del estrellato sino de demostrar a Benito Raimundi, su patrón y propietario de la verdulería de Estación Alicia, que era capaz de más que cargar el cajón de naranjas o lustrar las berenjenas. Una vez que templó los nervios, el texto que la maestra le dictaba al oído comenzó a irradiarse con su voz pastosa. Su título: “De Cómo Declaramos la Revolución en Estación Alicia y Nuestras Fuentes de Inspiración”.

El texto decía:

A quien corresponda en el mundo del éter:

Nos, los representantes de la revolución marciana, hemos tomado las instalaciones civiles de Estación Alicia, ubicada en plena pampa de la República Argentina. A través de este comunicado, al que denominaremos informalmente Bando Número Dos, queremos hacer saber a la humanidad que estas tierras pertenecen ahora a los marxianos, al Ejército Rojo de Estación Alicia, instalado, no podemos decir que cómodos, pero sí convencidos en las instalaciones de la panadería La Espiga Roja Revolucionaria.

Hemos mantenido por años nuestra operación en secreto. Ni las falanges de las Termópilas ni el asesinato de Nerón a manos de Julio César y de éste, ultimado por Cayo Bruto Julio Octavio Tercero, tuvieron el tiempo de preparación de esta invasión marxiana a los verdes prados rebozantes de productos agrícolas argentinos que hoy se reparten por el mundo.

Nuestra operación es la culminación del ideal troyano, perdón, griego. Hemos permanecido ocultos, no en la panza de un caballo de madera, sino entre las mieses, los tallos y los paraísos pampeanos, hasta tener plena conciencia de que la toma de Estación Alicia podía iniciar la conquista del mundo por parte d elas fuerzas marxianas.

Hoy iniciamos ese camino. Vini, vidi, vinci, dijo Cicerón, o quizá fue Pompeyo o César y hasta capaz que Aníbal, pero no estamos muy seguros. Lo importante es que la suerte está echada.

¡¡Alea jacta est, alea jacta est, alea jacta est, hasta la victoria, venceremos, volveré y seré millones!!

Hombres y mujeres del planeta... Por largo tiempo esperamos instrucciones de nuestro comando central, ubicado en Buenos Aires, muy cerca de la Casa Rosada, desde donde nuestros líderes marxianos guiaron nuestra estrella. Ahora, un miembro de nuestra fuerza, el observador nacional Ezequiel Prasky, ha dejado sus tareas periodísticas en la capital de este bienamado país por el que muchos lucharon y cayeron en los campos de Ayacucho, Vilcapugio, Ayohuma y Curitiba, y se ha llegado hasta aquí como muestra de que los tiempos habían dado, de que las campanas suenan por nosotros y que los marxianos, y no los santos, venimos marchando.

Al mundo que nos ha tenido negados, como si fuéramos una visión alucinada, una creación de Bradbury: ¡la invasión marxiana tomará los campos de Estación Alicia y desde aquí irradiará su poder hasta conquistar el mundo!.

Oh sabios líderes nuestros, oh Comandante Marxiano Porchetito, oh observador nacional Prasky, oh...

Los marxianos hemos sumados a cabales hombres del arado, el potro y el ordeñe a mano para fortalecer nuestra acción. Son personas fuertes, somos seres poderosos. Hemos tomado las armas y sometido a quienes controlaban hasta hoy a la humanidad. De nada sirve ahora su dinero, señores, de nada su explotación. Los marxianos vamos a tomar el mundo.

Primero es esto; luego, el planeta. Arderán en su infierno los poderosos. Primero, Estación Alicia; luego, Washington, Roma, París, Berlín, Manila...

¡¡Alea jacta est, alea jacta est, alea jacta est, hasta la victoria, venceremos, volveré y seré millones!!

Nos inspira la necesidad de cambiar las cosas. Líderes, es lo que nos inspira. Lenin, y el hermano Marx, Las Águilas Negras y La Linterna Verde. Porque, hombres y mujeres de toda esta tierra explotada por avaros y codiciosos, los marxianos somos verdes, como verde es el campo argentino y como verde es la esperanza. Y así como la pampa tiene el ombú y la cordillera Los Andes, nosotros tenemos verdor, verdad y verdura...

Verde es la ahora marxiana Estación Alicia y verde seguiremos siendo los marxianos, así sea roja nuestra espiga y el nombre de la panadería que nos cobija. No nos preocupa la confusión cromática, señores; sólo el marxianismo y su triunfo final. A aquellos que creyeron que las ideas y el estilo de vida marxianos no existieron nunca, a aquellos que alguna vez lo aceptaron pero asumieron que habíamos dejado de existir, nos, los marxianos de la pampa, los convocamos a visitar nuestro asentamiento. No hay mucho para ver porque esto es llanura pura y la llanura no termina nunca, debemos decir. Sin embargo, tampoco lo hará la conquista marxiana del corazón humano.

Hoy somos pocos pero ya seremos muchos. Lo verán. Sí, el pueblo que hemos liberado del yugo esclavista de los dueños de la humanidad, lo sabemos, claro que lo sabemos, es pequeño. Pero ser marxiano es una conducta. Más aun: es una convicción. ¡Somos marxianos hasta los genes, carajo!

Escúchenos y hagan conocer nuestra voz: todos debemos abrazar la causa marxiana, la única capaz de crear al hombre nuevo. A un hombre marxiano. Queremos que nos conozcan, que nos sepan decididos. Hombres y mujeres del planeta, humanidad toda: están invitados a venir a Estación Alicia para descubrir la nueva sociedad marxiana y nuestro espíritu. No se arrepentirán y nuestra sociedad los cuidará como si fueran hijos a quienes perdimos hace tiempo y a la distancia, así sea espacio sideral el que nos haya separado. La sociedad marxiana es abierta al amor, la paz y la tranquilidad espiritual. A dormir la siesta y a la poligamia. Somos seres positivos, como el verdor de nuestra esperanza. Vengan a nosotros: la casa marxiana es chica pero el corazón es grande.

¡¡Alea jacta est, alea jacta est, alea jacta est, hasta la victoria, venceremos, volveré y seré millones!!

Oh sí, querida humanidad necesitada de revelaciones, nuestra acción marxiana inaugura hoy la Argentina Año Verde. Por eso, como razonara el poeta, arquitecto y mecánico industrial Arturo Jauretche...”

***

Braulio y varios peones pasaron junto a Ana, que entonces hizo una pausa. Preguntó a Prasky con un golpe de cabeza qué pasaba. La distraía tanto movimiento. Con otro, él le dio a entender que todo estaba bien y sacudiendo la mano le indicó que siguiera en lo suyo. La maestra se desentendió de la movilización de los peones y, antes de reiniciar, pidió a Lenin que mejorase su dicción, que se tranquilazara y que tomase aire antes de hablar pues aun quedaba bastante y su imaginación apenas estaba desperezándose.

Tenés que pronunciar mejor, Osvaldito. Mirá que del otro lado no van a comprender bien lo que decís. Esto es lo más importante: tratá de que la equis suene como equis porque hasta ahora suena como una zeta, ¿me entendés? Repetí conmigo: “mar-xia-nos, mar-xia-nos”. No, no, pará: “marzianos” no, “mar-xia-nos”... Otra vez... ¡No, no, no!... Ufa, a ver, probemos con esta otra: “Combatientes mar-xia-nos”, “Somos combatientes mar-xia-nos en el campo cordobés”. No, “mar-xia-nos”, “somos marxianos”, de nuevo...

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