martes, 28 de octubre de 2008

Tarzán

LA REVOLUTA - EPISODIO 21

El mate llevaba una larga vuelta que Prasky y Ana usaron para juguetear, danzando el reconocimiento con charla de rondo.

—Así que inventás la historia... Mirá vos.

—Como si fuera la única —Ana chupó la bombilla cambiando sonrisas cómplices con Lopes, que los veía hacer en silencio.

—¿Qué sabés de eso? Vivís acá respondió el periodista, desdeñoso.

—¿Ese acá es algo malo? —devolvió ella, sin cederle pecho al chicotazo—. No me vengas con que otros no la inventan. Este país no cambia tanto, queridito. Bah, no cambia. A veces se me da por pensar que, si salgo de la Estación, allá afuera me voy a encontrar el mismo guiso. La única diferencia es que debe haber más mentirosos, porque creció la demografía. Porque creció, ¿no?

Prasky asintió.

—¿Y los pibes no dicen nada? —retomó.

—¿De los inventos? Qué querés que digan...

—No sé, vos debieras sentir un poco de vergüenza.

Lopes miró a la chica. Prasky sonó agresivo, pero la maestra aguantó el picotazo. No tenía ánimo de toreo.

—Al principio, pero después pensé en esto: al menos aprenden a leer. Ahora me lo digo todos los días, como un modo de afirmarme. Total, como sea, es difícil que salgan del campo alguna vez. Y si lo hacen, de nada les va a servir la historia porque, perdoname que insista, este país es un gran invento. Tampoco a nosotros nos sirve de mucho. La historia, digo, así que... ¿Me estoy poniendo reiterativa?

Lopes dijo que no. Prasky estuvo a punto de responderle pero se detuvo con la palabra en la boca. El razonamiento no le resultaba extraño. También él creía, tópico, que no parecía existir apremio por aprender más que lo mínimo y que, por desconocimiento o negación, los episodios se reiteraban en circunstancias distintas como si estuvieran pegados a una rueda incesante.

—¿Y qué personajes tenés? —abundó, en cambio.

Ana mordió un pedacito de pan, cebó un mate y se lo acercó. Se apoyó contra la bajomesada.

—Mitre es mi preferido. Dentro de poco lo hago vicepresidente de Irigoyen —sonrió—. Alguna vez pensé en meterlo de ministro de Trabajo de Farrell pero tendría un par de líos. Aunque no lo creas, hay que tener conducta en esto. Primero, ya les dije a los pibes que se murió como a los cien años. Segundo, ya hablé algo de Perón, y si les meto a Mitre, me desaparece medio siglo de historia.

—Se arregla fácil: inventá a Perón en otro lugar.

Ana ató cabos.

—No es mal perro, puede ser. Quedaría bien como ministro de Guerra un par de gobiernos antes.

—O como golpista dentro del golpe.

—¿Vos muy peronista no sos, no? —rieron los dos—. Sí, no cambiaría tanto lo que vino después. A lo mejor podés ayudarme a inventar algo, che. Tiempo tenés porque está visto que no te vas —terminó y tomó el mate de Prasky para cargarlo y cederlo a Lopes.

—¿No hay novedad de eso, Lopes? —se interesó el periodista, sin mucha preocupación, pues disfrutaba la conversación con la chica.

—Si Doña Margarita no vino a avisar nada, lo dudo —terció el bibliotecario—. Tampoco se escuchó entrar la camioneta de Giusti al pueblo, así que los peones deben seguir en el campo. Quizá mañana.

Prasky teatralizó. Jugó la carta de tentar a una mujer a cuidar a una víctima.

—En Buenos Aires me van a matar —empezó—. Van a creer que ando fugado. O alguien de Monsanto llama para avisar que no llegué y ahí se preocupan todos si paso de mañana. Se me hace que me estoy comprando un quilombo de aquellos sin comerla ni beberla, carajo.

Ana fue la que no compró.

—Despreocupate, algún día salís. Aunque yo también pensé eso cuando llegué —bromeó.

El periodista simuló molestia por la broma y le tiró un puntapié falsamente rencoroso por lo bajo. Lopes entendió el significado bajo la manta y, astuto, propuso asar un vacío a la parrilla y comenzó a preparse para salir, pero Prasky, que no comprendió las intenciones del viejo, le dio más conversación. Dijo estar sorprendido de que tuviera carne conservada sin disponer de corriente eléctrica, pero cuando vio al viejo dirigirse a la heladera descubrió el secreto, una garrafa de gas alimentaba el artefacto.

—¿Cómo la adaptó? —quiso saber.

—Saldaña, el hijo del tipo de la luz. Se da maña para esas cosas cuando no anda dormido. Algo aprendió del padre, al final... —sonrió socarrón— Acá casi todos tienen una heladerita con conservas, vea. La carne viene seguido con los peones que matan en el campo y con que llegue el abasto cada dos meses... las heladeras aguantan. Además, cocinamos con leña. Ya, no me entretenga que no quiero molestarlo. Déjeme ir a poner el fuego.

Finalmente, Lopes se despredió del acoso y salió con una sonrisa campirana y ladina, dejando el terreno para los jóvenes. Ana preparó otra vez la infusión y la ofreció a Prasky, que la aceptó a desgano.

—¿Nunca te propusiste salir? —dijo al primer bombillazo.

—Toda yo fui al principio, che. Me quise ir, me quería matar, lloré, me deprimí, bla-bla-blá... De todo y todo junto. Al final aprendí a quedarme un día a la vez. Así es como matás la esperanza sin que duela demasiado. Siempre digo esto: la esperanza es como una rana. La cocinás en el agua de a poquito y se muere sin darse cuenta. Ahora —suspiró— ya no pienso en eso. Bueno, a no ser que la suerte me lleve.

—¿Pero todavía querés irte? —insistió— Porque, si querés, te llevo; no hay rollo con eso —Prasky no supo por qué hizo la invitación, que salió de su boca antes de siquiera pensarla. Ana sonrió agradecida y le guiñó un ojo; entendía.

—Primero tenés que salir —provocó— No, es joda... No sé, no lo había pensado, pero ahora que estás vos acá podría hacerlo, qué se yo... Lo único que me inhibe es que no sé adónde ir, en todo caso.

—¿No tenés familia?

—Una abuela, pero ya debe haber muerto... Y además está lo otro: ¿qué hago si me voy? Estoy fuera de todo, de ritmo, de ideas. Creo que mi ropa huele a humedad y mi cuerpo a Doña Margarita. ¿De qué viviría? Yo invento historias, ya no sé enseñar. ¿Hay empleo de eso? Acá al menos tengo con qué bancarme.

Prasky no supo cómo responder al torbellino. Escogió salir por la tangente.

—Todavía no puedo asimilar que inventes cosas.

—Yo tampoco que te explique por qué lo hago. Capaz que el insomnio me pone a volar, me pasa de vueltas. Sí, capaz. Los únicos momentos en los que hablo sin andar por las nubes es acá, con Lopes. Los únicos: el único —corrigió—. No hay con quien hablar en serio en este sitio. Esto es vivir rodeado de cuatro paredes de aire. Ves más allá, pero no se oye nada y siguen siendo paredes —el periodista asintió por la ocurrencia—. Ahora que lo pienso, ahí tenés otra: además del insomnio, capaz que invento boludeces por...

—Evasión —interrumpió Prasky y se animó—. Boluda, en serio: pensá en rajarte de una vez por todas. Afuera hasta podés aprovechar toda esta cosa de las invenciones, digo yo. Qué se yo, escribir. Eso. O hacés un libro de historia o contás el desespero de este pueblito. Mirá que la otra que te queda es quedarte y terminar como Doña Margarita...

La broma no resultó; Ana reaccionó.

—¿Y cuál es el rollo con eso? ¿Vos viste el rostro de esa mujer? Cero disgusto, boludo... No, sólo podría extrañar lo que alguna vez tuve y la verdad es que tuve muy poco. Y afuera tengo menos que en la Estación... Mirá, casi me estás convenciendo de quedarme con sólo preguntar lo contrario.

—Ana —insistió Prasky, que no comprendió bien la espontaneidad de la chica—, sos joven, podés empezar de nuevo.

No le respondió. Él le devolvió el mate y ella se preparó uno nuevo. Afuera, la leña empezaba a despedir un aroma que llegaba a la cocina. El periodista hizo un gesto de aprobación: Lopes estaba preparando un buen asado. Pero la chica no habló hasta pasados unos minutos, cuando hubo terminado su enésimo chupetazo, dejado el porongo sobre la mesada y secado sus manos con un repasador.

—Pensá algo para hacer más tarde, yo voy a lavar la lechuga.

Esta vez no fue distante ni arrebatada. El tono suave salía otra vez por su boca.

—¿Hacer? Ni idea. ¿Qué plan tenés?

—Si se me ocurriera algo lo hubiera propuesto, Ezequiel. Bah, en realidad tengo alguna idea pero me gusta más que lo pienses vos

Ahora Ana sonreía pícara y mostraba los ojos brillantes; Prasky creyó notar que las bolsas del insomnio desaparecieron por un instante.

—Dudo que haya algo en el bar...

—Seguro que no.

***

Ella empezó a lavar achicoria y tomates y él se estiró en la silla, mirando hacia el patio, donde Lopes ponía la parrilla sobre la leña ardiente para quemar la grasa. Se animó.

—Vivís sola, ¿no?

—No, con una misión de la Legión Extranjera en un hotel de primera. Mirá que preguntás boludeces, nene.

Prasky dijo “uhu...” y volvió a cruzar los brazos detrás de la nuca. Registró al viejo, que miraba detenidamente la grasa cocerse al fuego pero se desinteresó rápido; entonces le miró el culo a Ana, imaginándolo detrás de la pollera, y suspiró. Ana giró sobre sí misma, con una mirada filosa.

—Y la respuesta es sí. Nunca pensé que ibas a ser tan lento, Ezequiel.

Sintió arder las mejillas. Amagó una sonrisa para salir del paso. Había seguido el juego creyendo que continuaba pero la maestra ya tenía pasada la página a la primera insinuación. Nada más esperaba que dejase de marear el asado.

—Bueno, no me esperaba tu reacción...

—Debieras. Hasta el más tonto del campo puede darse cuenta de eso. No vienen muchos tipos acá, ¿sabías? Y aunque tengo mis momentos, a veces necesito elegir con más cuidado. Vos no estás nada mal y yo vengo con un atraso bien prolongadito.

Prasky se aflojó.

—Tan liberal y en este lugar. Mirá que sos rara.

—Y vos sos un engreído o un idiota. Elegí la que te acomode. ¿Vos creés que sólo cogen en Buenos Aires, pavo? Eso deja todo un planeta para que los chicos caigan del pico de una cigüeña y no porque una mina abrió las patas.

—Upa... No quise joderte, che... Sólo que... Qué se yo, nada, me sorprendiste.

—Hombre, mujer —la maestra señaló a Prasky y a ella misma con el cuchillo de cortar la verdura—. Acá no hay demasiados de los tuyos, así que mis opciones son limitadas: te aprovecho o te aprovecho. Mirá si te me vas esta misma noche. ¿A las ganas las mato con qué?

Prasky hizo un gesto de aprobación. Suficiente argumento, se daba por vencido.

—Ya te dije: lo que me sorprendió es que fueras tan directa, a eso me refiero. Todos aquí son desconfiados, distantes, ¿viste? Es eso. Los ves que ven pero no sabés qué les pasa por la cabeza.

—Igual en todos lados. Quizá me volví más tosca por el lugar. No hay demasiados intelectuales como vos para hablar —soltó la risita por la nariz—. Lopes es el único, pero dudo que tenga intenciones de superar su andropausia.

—Hablá más bajo, a ver si te escucha.

—No te asustés, se lo digo siempre.

Hicieron una breve pausa. Prasky se interesó por el asado que se dejaba olfatear a nariz llena; Ana, concentrada, cortaba la ensalada.

—¿Venís seguido por acá?

—Cuando puedo, para llevarme algún libro. El viejo tiene una suerte enorme que le sigan llegando.

—Ahí está: ¿nunca pensaste en aprovechar el correo para irte?

—Alguna vez. Pero lo mismo de siempre: ¿adónde voy? Es el cuento de la pueblerina que cae a la gran ciudad. ¿Existe el Renault 12 todavía allá?

—No lo fabrican más, pero quedan algunos como taxis. Los modelos nuevos ya están lejos.

—¿Ves? A eso me refiero. Yo vendría a ser como agarrar a Tarzán y llevarlo a la ciudad.

—Te caerías de culo: hubo una película así, con Christopher Lambert, un francés. Te hubiera gustado.

—¿La película o él?

—Él. La película no valía la pena.

—¿Cómo terminó?

—Tarzán se volvió a la selva.

—¿Ves, tontito? Yo soy Tarzán.

Prasky se rindió, dejó pasar unos momentos y salió al patio para ver la marcha del asado. Lopes ya había echado el vacío al fuego. El aroma de la carne le ganó la boca y le disparó la saliva. Asado como ése no comería en Buenos Aires, al menos no tan campero. Lopes lo vio con los ojos fijos sobre el fuego. Los dos descubrieron el momento propicio para la confidencia.

—Ana no parece dispuesta a moverse de aquí —inició Prasky.

—Tema antiguo. A lo mejor usted la convence, pero lo dudo.

—Quiero y no quiero, Lopes. Me da pena que se quede pero es demasiada responsabilidad para mí. No sé qué haría si la llevo a la ciudad. Ella tampoco. Dice que sería Tarzán.

No pudieron avanzar más: Ana llamó a Prasky con un grito. Necesitaba ayuda con los huevos duros. Prasky entró, se arremangó y metió los productos en una palangana con agua fresca. Ana le echaba miradas de soslayo, viéndolo trabajar con las manos.

—Son lindas —las señaló.

, dedos torcidos; mucha computadora. ¿Sabés lo que es eso, no?

—Alguna foto he visto en las revistas de Lopes. Como una máquina de escribir con pantalla de televisión.

Maso, no estás lejos. Me resulta un poco extraño tener que explicarlo porque para mí es algo usual, pero...

Fue ella misma quien lo detuvo. Que no se gastase. No era un asunto que la interesara.

Lopes entró entonces a la cocina.

—Media hora y está. Vuelta y vuelta, bien jugoso. ¿La ensalada bien?

—Sí, tiene buena mano, don Lopes. Bah, eso espero...

El viejo sonrío. Había una complicidad entre él y Ana que Prasky no podía perforar. Años de relación contra horas de aproximación. Se entendían con gestos y cuando usaban las palabras podían valerse de ellas para expresar significados implícitos, labrados en el recuerdo.

—Una cosa, ¿yo estoy loco o ustedes también escucharon los gritos de recién? —dijo el viejo.

Ana miró a Prasky, que negó igualmente consternado.

—¿Gritos? ¿De dónde?

—Acá al lado, en la panadería. Eran eufóricos, más de una persona. Parece que Porchetito tiene gente.

—Ahí nunca hay gente, Don Lopes —corrigió la chica—. Y mucho menos hay gritos.

La maestra iba a largarse por la cuesta de algún antiguo relato de aventuras del panadero cuando un sonido seco, de metales chocando, la interrumpió. Ninguno tuvo dudas: el ruido venía de la La Espiga Roja.

—Carajo —insultó Ana—. ¿Vio? Es lo que le dije: éste anda en algo. Acá se arma la gorda.

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16 piquetes:

› Un piquete VIP de Anónimo

Fonseca, ¡me estás haciendo quedar para el ortelano, macho! ¡Soy un ortiba! La chica lleva años ahí y tiene más velocidad que yo. ¿Adonde vivo, en un frasco?

Gemelo, poneme a mi en la novela que yo me encarho de la piba en dos patadas. Este Praslky tiene más prólogos que la Constitución, macho...

› Un piquete VIP de Anónimo

Es tan fácil meterse en la historia que puedo sentir el paso de los personajes de un lado a otro, echándome a un lado, y el calor de las brasas y la electricidad de las miradas de Ana y Prasky, y el ansia de la maestra y el desconcierto de los ruidos.

› Un piquete VIP de Anónimo

Como dice Parsimonia, es muy fácl meterse en la historia. Me encantaría tenerla en papel porque sé que estas transiciones de leerla una vez a la semana se romperían y tendría todavía más dinamismo. ¡Editala! Yo pago (si se entera mi marido de las cosas que propongo)

Me reí mucho con eso de "vos muy peronista no sos". Te vas a ganar varios amigos perucas vos. Pero no creo que ellos te lean o ya habrían aparecido.

Posdata_ Me puse el link de Piquetero para el blog. Puedo?

› Un piquete VIP de Anónimo

Dice "sonrío, socarrón". Te salió un fallido. Sería "sonrió, socarrón".

› Un piquete VIP de Anónimo

Espero que el momento de la concreción entre estos dos valga realmente la pena porque se la han pasado mareando la chiva. ¿Los vas a hacer provocar chispas, como a la lectoría?

› Un piquete VIP de Anónimo

Gran frase ¿de 1998? Sos un visionario, Fonseca: "este país es un gran invento". La historia no nos sirve de mucho, como dice la maestra.

› Un piquete VIP de Anónimo

Yo me quedo con este diálogo:

—¿Ves? A eso me refiero. Yo vendría a ser como agarrar a Tarzán y llevarlo a la ciudad.

—Te caerías de culo: hubo una película así, con Christopher Lambert, un francés. Te hubiera gustado.

—¿La película o él?

—Él. La película no valía la pena.

—¿Cómo terminó?

—Tarzán se volvió a la selva.

—¿Ves, tontito? Yo soy Tarzán.

Excelente. Qué bien que maneja el humor, don diego.

› Un piquete VIP de Diego Fonseca

Ezequiel Prasky
No sé cómo responder a esto: ya estás en la novela. ¿Y ahora? Tu post valida al personaje.

Parsimonia
Lindo modo de disfrutarlo el tuyo, Parsimonia. Gracias.

Ana Lía
Podés usarlo, claro. Si aparecen, que aparezcan. Los lectores son siempre bienvenidos. Gracias por lo de "sonrío"; corregido.

Anónimo con Apellido
Te mentiría si dijese que me acuerdo cómo sigue su relación. Algo pasa, pero no recuerdo hasta dónde los hago avanzar.

Catalina Marchita
De 1998, sí. La historia sirve de mucho pero creo que suele leerse para justificar ideas más que entender. Y en ocasiones (demasiadas) se la lee sin perspectiva, como una fotografía transpolable más allá de los contextos. Error que fundamenta revanchas, tragedias y comedias.

Johnny B Good
Gracias. Una tontería, pero en verdad ese diálogo me resulta gracioso.

› Un piquete VIP de Anónimo

Diego:
Estas dos frases son lo mejor del episodio:

"Al final aprendí a quedarme un día a la vez. Así es como matás la esperanza sin que duela demasiado"

"La esperanza es como una rana. La cocinás en el agua de a poquito y se muere sin darse cuenta"

(Aprendí a usar los chiribolitos de la itálica)

Con dos frases así por episodio, tenés para el libro de aforismos... (chiste berreta pero que no podía contener)

Gonzalo

› Un piquete VIP de Anónimo

Y es genial el diseño que le pusiste al gemelo. no sé si lo dije allá

› Un piquete VIP de Unknown

Mi primer comentario: Además de lo señalado me ha gustado esta definición sobre la mentira: "aunque no lo creas, hay que tener conducta en esto".
Sin esa conducta mantenida a lo largo del tiempo no poseeríamos en Argentina los problemas que tenemos.
Muy buen blog, aunque todavía me es difícil animarme a comentarios.
Chau

› Un piquete VIP de Anónimo

"Jugó la carta de tentar a una mujer a cuidar a una víctima"

Prasky machista! Casillas está calando demasiado en la moral media de los hombres de este y otros blogs.

Acaso se cree que, como bien mostró Ana, las mujeres nos comemos ese cuento?

Debate abierto, caballeros.

› Un piquete VIP de Anónimo

El camarada Prasky es un chambón, pero el Dr Casillas... ese sí es macho. Las tiene a todas con él. Dopadas.

Buen texto Gemelo. Y coincido con los demás en que las frases seleccionadas son excelentes, especialmente las dos de la esperanza.

› Un piquete VIP de Anónimo

Ah, el amor. Me temo que Fonseca nos está vendiendo un pastel y que después de tenerlos sosteniendo la vela entre Ana y Prasky no pasa nada de nada. Naranja, como puso en La vigilia.
¿Me equivoco? Comprométase, que es época de elecciones, che.

› Un piquete VIP de Unknown

El bueno se queda con la chica. Adivinen quién es el chico bueno.

El que aparece por acá como Comandante Porchetito es trucho: el verdadero c'est moi.

Cuadraaaa-rse!

› Un piquete VIP de Diego Fonseca

The Joker Gonzalo
¿Aforismos? No me tientes; por acá hay crisis.

Loco Murdock
Animate. Las teclas hablan solas; vos sólo pensá en algo. El problema de Argentina excede a las mentiras. Gracias por tus palabras.

Miss Heinz
No creo que se lo coman. No todas, al menos.

Pablo U.
El único que puede animar esos debates bochornosamente machistas es Casillas, a quien ya ví provocando en el capítulo nuevo de La Vigilia. Aquí ya veo que no ha prosperado esta vez. Otro público.

Piquetero VIP 23
Tanto tiempo. Respuesta 1: NS/NC. Respuesta 2: No me acuerdo. Respuesta 3: No votaría McCain/Palin. Oh, era sobre Ana y Prasky...

Comandante Panadero
Bienvenido. No sé quién será el bueno pero Ana no parece fácil de liar. Usted lleva años en el pueblo y naranja Fanta.

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