miércoles, 22 de octubre de 2008

Masa obrera, huevo y pan

LA REVOLUTA – EPISODIO 20

Le llamaban La Concepción, era un campo enorme y verde con la soja próxima a ser cosechada. Se llegaba al casco por el centro del terreno a través una fina lonja de tierra flanqueada por eucaliptos. Un tractor sin ruedas daba la bienvenida. Apenas unas gallinas revoltosas avisaban que el lugar tenía ocupantes.

La estancia era una antigua propiedad que Giusti había alquilado a un fondo de inversión. Albergaba a un capataz y a diez peones rurales y hasta allí fueron los comandantes de la revolución. Sin el capanga, que había viajado con los gorilas de Giusti a visitar otro campo, el terreno era amistoso para que Carlitos y el chico de la verdulería probaran que podían ser los comandantes Trotsky y Lenin que Marx esperaba.

Aplaudieron para anunciarse y el perro que dormía en el dintel de la puerta apenas levantó la cabeza. Era un cimarrón soñoliento, más aburrido que viejo. Un morocho aindiado salió al patio y los reconoció.

—¿Qué hacei, cabeza? —dijo con una voz gruesa, como afinada en los talleres de Neptuno.

—¿Cómo va, Braulio? Vinimos a hablar con vos y los muchachos.

—¿Y por qué será, che?

—Tenemos que hacer algo entre todos. Dejanos pasar y te cuento.

Ingresaron a un gran salón con cinco puertas. Carlitos no la conocía ni imaginaba que la casa sería tan grande. Se sentaron alrededor de una mesa de pino mientras Braulio se asomaba a los cuartos y llamaba al resto con un par de silbidos filosos. Salieron ocho peones; los dos restantes habían marchado en la chata con el capataz y la gente de Giusti. Uno trajo la pava y el porongo del cuarto donde estaban jugando a las cartas. Se sentaron también a la mesa, en silencio, y siguieron jugando, escuchando por el borde de las orejas.

Ya había empezado a caer la noche. Carlitos habló.

—Necesitamos que nos ayuden, Braulio.

—¿Conque?

—Vamos a tomar el pueblo.

—¿Y eso?

—Estamos en situación prerrevolucionaria...

—Hablá lento a si te pesco, culiao. No qué ‘tái diciendo.

Carlitos se inclinó sobre la mesa.

—Esto es lo que Porchetto me dijo: vamos a tomar el pueblo y necesitamos que la peonada nos ayude.

—¿Y por qué nosotro?.

—Según él, ustedes, la masa obrera, son lo que el huevo al pan. Él dice que son “la sangre vital de la revolución” pero para mí, si son el huevo del pan, ustedes son los que tienen que unir todo el sancocho, o qué se yo... —se confesó— A mí me cuesta explicarlo pero algo masomeno entiendo. Mirá, lo importante es esto: el Comandante Marx dice que tenemos que actuar.

—¿Y ese quién es? —dijo el peón, desconfiando de un apellido tan raro en la zona.

—Porchetto. Porchetito.

—¿Y por qué se iama así aura?

—Por la revolución, ya te dije.

—¿Quéloquedecí? No te entiendo un carajo, Carlito.

—Para mí también es complicado —dijo Carlitos Trotsky y miró a Osvaldito Lenin, que seguía atento los intercambios de cartas de la peonada: no tendría ayuda de él—. A ver... Es así: vino un tipo de Buenosaire y Porchetito dice que es el que esperaba. Vos sabés cómo es él —se excusó—. Yo le sigo la corriente porque tengo que cuidar el laburo. A este coso se le ocurren cosas, algunas buenas, ojo, pero a veces se me complica estarle al pie del cañón, como le gusta decir. El asunto es que me parece que en ésta puede tener razón, Braulio. Si vos mirás las cartas que él le escribe a los tipos de Buenosaire, las cosas son como dice. Yo lo ví al coso éste. Lo de allá dijeron que iba a venir a las escondidas y cayó así. Y no es que yo tenga ya dudas de que sea, lo que me preocupa es que Marx meta la pata como antes.

—Sigo sin entendé ni jota.

—El asunto es que Porchetito, Marx, dice que éste ñato nos va a dar todas las ideas que necesitamos desde que se cortó la luz.

—¡Mierda que tiene paciencia el coso! —la peonada, que hasta entonces seguía la conversación en silencio, se levantó con una carcajada—. ¿Y qué viene a hacé ete?

El comandante Trotsky llevaba bien el papel: no diría demasiado más, tal cual Marx le exigió.

—Mirá —volvió a inclinarse para acentuar el tono confesional—, lo que importa es que Porchetto está convencido. Y yo más o menos, aunque, insisto, todavía me cuesta agarrarlo para ver adónde termina todo. Como sea, ahí estoy: el laburo por delante, ya sabés... ¿Te acordás lo de la semillera?

—No me digái que andái en otra gilada desa.

—No, eso fue el principio. Desde entonces estuvimos conversando y pensando. Hasta que apareció este tipo. Antes que se cortara la luz Porchetto mandó cartas a sus amigos de Buenosaire. Ellos respondieron que, por lo que pasaba en esos años con los milicos iban a mandar gente pero que no sabían cuándo. Yo leí la carta que respondieron y hablaba que... Qué se yo, que el camino era largo, que la revolución no tenía plazos sino objetivos, algo así... La cosa es que había que esperar.

—¿Y qué revoluta é esa de la que hablái? ¿Vai a ievá banderita otra a la semiyera los dó juntito?

Los peones volvieron a reírse, siguiendo a Braulio. Carlitos se esforzaba por dar con ideas convincentes; intentaba dejar de ser él y pensar como Trotsky cumpliendo la responsabilidad encomendada por el líder, así fuera a su modo, con contradicciones o jugarretas

—No cargués, che. Ya te dije, no sé bien qué piensa del todo Porchetito pero sí creo que tenemos que hacer algo. Por ejemplo, ¿vos te querés morir acá? Porque yo no.

—¿Y ánde me vía morí?

—El asunto es que no tenés que morirte, al menos no como estás... ¿Cuánta plata ganás?

—Poca, qué se . No jornalean, no dan de a puchito. La guita la manejan lo coso de ajuera.

Bingo, pensó Trotsky.

—Claro, eso es así porque a los campos los tienen los porteños.

No tan bingo.

—No, desdiante, cuando lo manejaba el gringo Giusti, también ganábamo poco. Ante la guita que aura no dan lo porteño la tenían lo capatace de Giusti. Perdoname, che, pero no le veo la cabeza a tu pescao...

Nuevo intento: localismo.

—Con Giusti al menos la plata se quedaba acá.

—Eso é cierto.

Segundo golpe: demagogia.

—Bueno, la revolución la va a traer de vuelta.

—¿Qué? ¿Vai a asaltá un banco?

Otra risa general. Contragolpe: un proyecto ambicioso, integrador, con un enemigo unificador.

—No, pero vamos a hacer que nos devuelvan los campos. Y cuando tengamos los campos vamos a ir todos a la semillera a rajarlos.

—¿Todo?

—Sí, nosotros, ustedes y los de los otros campos. Seremos como quince o veinte, calculo.

—¿Y con veinte queré hacé quilombo? Te van a cagá a palo, Carlito.

Reafirmación: la clarividencia del líder es incuestionable.

—Para hacer tortillas hay que romper los huevos, dice Porchetto. Y tiene razón. Yo no sé adónde va la revolución, eso lo sabe bien él, que por algo es el que piensa, pero si sé que si el tipo de Buenosaire trae las instrucciones que Porchetito pidió, entonces vamos a saber adónde vamos.

—El coso habla con Dió, seguro... —ironizó Braulio, agotando resistencias por el absurdo.

Pertenencia: sumar al hombre por su creencia en su valor.

—No, Dios no corre, Braulio, pero sabe de estas cosas. Porchetto dice que nos puede decir cómo dividir bien la plata. Y que podemos hacer que la plata, toda la plata, toda, quede acá. Además vos ganarías más porque ahora serías el dueño del campo.

—Epa... ¿Cómo é eso?...

—Que vos sos el que trabaja acá. Todos ustedes... —dijo Trotsky alzando la voz innecesariamente pues todos los peones escuchaban cada palabra— ¿Por qué ustedes trabajan y Giusti y los porteños se llevan la plata? Respondeme eso.

—Porque son lo dueño, Carlito, por qué va a ...

Argumento de choque: si no convencés al jefe, atacale las bases. Dividile el respaldo.

—Pero el dueño debiera estar con ustedes, ¿o no? Sino, él se lleva la guita y ustedes se quedan con dos mangos después de romperse el lomo.

Los peones asintieron y Braulio les echó un ojo. Uno dijo que Carlitos tenía razón. Otros dos hicieron gestos aprobatorios. Caminaba bien. Ahora sólo quedaba Braulio.

—No sé qué decirte, che... ¿Y con qué vái a hacé la revoluta esa ?

—Con ustedes.

—¿Y le vái a pedí que por favor te devuelvan lo campo? ‘Tai mamao...

—No, tenemos armas.

—¡A la mierda, se armó la gorda! ¡Ahí sí te van a cagá a balazo, culiao!

—¿Quién, Braulio? Si no viene nadie acá. Los porteños están en Buenosaire y ni se van a calentar por los campos. Son gente de plata. Si hay problemas acá se van a otro lado. Pocas hectáreas para preocuparse. El único que va a protestar es Giusti y Porchetto dice que a él lo controlamos.

—¿Con la arma?

—Con algo, lo que haya. No tenemos muchas pero alcanzan. Con que los agarremos de sorpresa, se jodieron. En eso yo creo que Porchetito tiene razón, che.

Ahora los peones cambiaron la aprobación inicial por el silencio: la desconfianza natural se les vino a la cara. Sabían que diría Braulio.

—¿Y la polecía? —cumplió el peón mayor.

Trostky lo contrarió con la evidencia.

—¿Cuánto hace que no ves policía acá? La policía no cuenta. Si lo sacamos a Giusti del medio, asunto terminado. Devuelve los campos o va a ver qué pasa.

—¿Lo vái a matá? Vó ‘tai loco denserio, ...

—No, qué matar... Bueno, no sé, eso lo debe decidir Porchetito. Pero si conseguimos los campos, vamos a vivir mejor. Eso es lo que importa. Lo primero. Quién te dice, a lo mejor conseguimos que nos den la luz otra vez.

Ió iá me olvidé cómo era la , papá. Ni salgo ‘el campo. Y ninguno de eto tampoco —dijo Braulio señalando al resto.

A punto estuvo Trotsky de tirar la toalla: no tenía demasiados argumentos adicionales. Era hora de que Braulio tomara una decisión.

—¿Entonces? —encaró.

—¿’Tonce qué, Carlito? No sé, me la ‘tái poniendo complicada.

El comandante tomó una decisión: ya no necesitaba argumentos, sino ideas. Allí fue.

—¿Te vas a quedar sentado, negro? ¿Qué va a pasar si Giusti vende los campos y deja de alquilarlos? ¿Vos te creés que te van a tomar? Ya estás jovato, Braulio.

—Paráte un cacho... ¿ creé que lo van a vendé a lo campo, che? ¿Eso te dijieron?

—Por supuesto.

Mintió y esa mentira, firme e inapelable, le demostró que ya no era Carlitos completamente. Se había transformado, cargado de adrenalina, en el Comandante Camarada Trotsky en cuerpo y alma, el que Marx le pedía. Arremetió, entusiasmado: mentir era poderoso.

—Los venden en dos meses, papá. Los van a comprar los porteños. ¿Viste alguna vez a los de Buenosaire acá?

—Una , al principio, hace como un montón de año y a..

El Comandante Trotsky interrumpió: ahora el proletariado escucha.

—No vienen porque no les calienta el negocito, Braulito. Y si no les calienta la plata, poca o mucha que ganen, ¿por qué les vas a calentar vos? Van a venir nada más que para comprarlos y listo. Y cuando eso pase, mirá bien —dijo envalentonado, moviendo la mano frente a la cara del peón—: chau, Braulio.

El gigantón se movió incómodo en el asiento. La desconfianza finalmente había cedido paso a una duda irresistible, construida a golpe de fabulaciones que le inocularon el miedo y la confusión en el cuerpo y en las ideas. Los siete peones, más asombrados e inciertos que Braulio, se atornillaron más a las banquetas.

—Carajo, che... Eso cambia toda las cosa.

Gol.

—Claro que las cambia, y si no fuera así al menos debieras hacer algo, todos ustedes debieran hacer algo para que no pase.

Golazo. Gritalo, Comandante, gritalo.

Carlito, alafinal no sé si creéte o no creéte, pero si lo que decí é cierto, ‘tamo jodidazo. Contá con nosotro. Algo vamo a hacé.

La peonada dijo sí, claro, seguro, porteños hijos de puta, qué vienen a joder acá, la concha 'e su madre.

Uno a cero, fin del partido, Carlitos Trotsky campeón mundial, macho divino.

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15 piquetes:

› Un piquete VIP de Anónimo

Por dios, estos tipos van al fracaso directo. Es como esas lentas muertes anunciadas que ves en una película. Sabés que el auto va a chocar pero no podés dejar de mirar la cámara lenta, cada detalle. ¡Alguien haga algo para avisarles!

› Un piquete VIP de Anónimo

¿"Si no convences al jefe" no sería "si no convencés al jefe"?

Muy buen capítulo. LInda gente la que tengo en el grupo, eh.

En serio, estoy totalmente de acuerdo con El Chango Nieto. Has logrado transmitir esa lentitud siestera exasperante de los pueblos a toda la revolución. Los tipos van en un Titanic predestinado.

Saludos.

› Un piquete VIP de Anónimo

Esta acción me fascinó:

"El gigantón se movió incómodo en el asiento. La desconfianza finalmente había cedido paso a una duda irresistible, construida a golpe de fabulaciones que le inocularon el miedo y la confusión en el cuerpo y en las ideas. Los siete peones, más asombrados e inciertos que Braulio, se atornillaron más a las banquetas."

Es muy cinemática. Excelente texto, como siempre. Casi no tenés altibajos en esto, en La Vigilia ni en los cuentos breves. ¿Por qué carajo no publicás?

› Un piquete VIP de Anónimo

Esto no es central a todo el asunto, pero sigue apareciendo la hora cambiada...

› Un piquete VIP de Anónimo

Me encantó el final futbolero y eso de Trotsky macho divino... je je

› Un piquete VIP de Anónimo

"Estamos en situación prerrevolucionaria..."
Ja, los tipos no tienen idea de nada pero repiten el cliché todo el tiempo. Como la izquierda argentina.
Muy bueno. Patéticamente muy bueno.

PD: "semiyeralos dó" están pegados.

› Un piquete VIP de Diego Fonseca

Chango y Nieto
Perdón por la mala respuesta: "Epitafios, el final está escrito".
Pero tenés razón: la lentitud anunciada del choque. Podría ser Alabama o Louisiana. Los humedales ponen a la humanidad en un tiempo pastoso.

Comandante
Tenés razón; corregido. Gracias. Lo dicho al Chango: la lentitud es exasperante. A veces me pregunto si algunos fracasos no se deben a ese paso desasosegado de las horas. Como si los segundos que duran demasiado activaran mecanismos de autosabotaje. Algo he escrito al respecto no hace mucho. Veré si lo encuentro y lo subo.

› Un piquete VIP de Diego Fonseca

Ana Lía
Gracias. ¿Por qué no publico? Soy el secreto peor guardado. Presumo que porque no le interesaba antes a alguna editorial, pues desconocían mi trabajo. Nobleza obliga: a partir del blog, estoy conversando con editores en Argentina. No para novela; quizás para relato. Tomará tiempo; ojalá (espero, deseo) sea fructífero. Más allá de eso, un par de razones factibles a por qué no publiqué antes es por a) vergüenza, b) no conozco a demasiada gente en la industria del libro (de veras).

Horacio bonetero
Gracias. (Al margen: El padre de Hell Boy en la peli de Del Toro, ¿no tiene un aire algo avejentado a Lev Davídovich Bronstein?

Matapalomas
Corregido, muchas gracias. La izquierda argentina es patética. No hay dudas de eso.

› Un piquete VIP de Anónimo

Alafinal y queloquedecí están juntos también, pero esos creo que son a propósito, no?

Muy buen texto. Y suerte con las editoriales!!!! Te lo recontra merecés, Fonseca. Que se haga, che

› Un piquete VIP de Anónimo

Qué fácil que resultó el tal Braulio. Cuando empecé a leer creí que no le iba a salir al enviado del panadero. ¿Estos serían Los 40 ladrones de Ali Baba?

› Un piquete VIP de Anónimo

Ah, Diego, tenés razón: sí se ve muy mal con Explorer. Volví al Firefox. Incluso tenía problemas para dejar el comentario. Me decía que intentara otra vez por no sé qué.
En Explorer se ven los textos con letras crecientes, no aparece la barra de la derecha si no cliqueás en el título del cuento, etc.

› Un piquete VIP de Diego Fonseca

Miss Heinz
Sí, esos fueron adrede. Muchas gracias. Veremos qué pinta.

Anónimo con Apellido
No. No va por el lado de Alí Babá. Sí, ya me lo dijo también El Tapir. Explorer hace que se vea horrendo. No sé cómo mejorarlo. Gracias por verificar.

› Un piquete VIP de Anónimo

He dejado una revolución de ciegos a la mitad, del Ensayo sobre la ceguera de Saramago (por si no lo has leído te lo recomiendo encarecidamente) para quedarme a las puertas de otra revolución idealista, la de tu novela más sarcástica.
Demasiadas revoluciones prometedoras, mucho quijotismo, a ver en qué acaban las dos ;D.

› Un piquete VIP de Anónimo

Después de tu novela viene una coma XD.

› Un piquete VIP de Diego Fonseca

Parsimonia
Señora de mil caras, bienvenida nuevamente. Leí Ensayo... hace ya varios años y me resultó una excelente narración —vamos, es Saramago, es oficio. Aquí, en EEUU, se estrenó la semana pasada Blindness, la película del brasileño Fernando Meirelles basada en la novela del portugués. Debo ir a verla. La polémica le llegó por la Asociación Nacional de Ciegos, que la vetó por considerar que presenta a los no videntes como seres desalmados. La corrección política aquí llega a niveles absurdos.

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