miércoles, 30 de julio de 2008

Los anarquistas de Bakunin nunca entendieron nada

LA REVOLUTA - EPISODIO 8

—Don Raimundi, ¿me deja hablar con el Osvaldito un rato?

Perate, che, ¿o no que 'toy atendiendo?

Benito Raimundi pisaba los setenta y cinco años pero tenía el cuerpo de un hombre de treinta. La espalda cargada, los hombros gruesos y brazos inabarcables. Casi no tenía pelo. Los enormes ojos azules resaltaban el bigote canoso y tupido. Su cara parecía la bandera de Uruguay.

En la verdulería de Raimundi no había más dios que Don Benito. Tenía corriendo de sol a sol a los ayudantes. Eran un huérfano de quince años, el Ñafa, y Osvaldito, un muchachote gangoso con manos de pianista. La clientela jamás se quejaba. Todo era un mecanismo perfecto que obedecía a los gruñidos de Raimundi.

La máquina se echaba a andar al amanecer, cuando uno de los ayudantes recogía verduras en la huerta del fondo, un campito de casi una hectárea alfombrado de hortalizas y legumbres y coronado con frutales. El otro salía a los campos por semillas y granos de soja, algunos hinojos, limones y nísperos, lo único que Raimundi no cultivaba. Las canjeaba por verduras del día.

El negocio estaba abierto de la mañana al anochecer y el viejo era inflexible con el horario. Si un vecino necesitaba verduras por las noches, nadie le abriría el portón de chapa. ¿Rabanitos, peras o papa con la luna ascendiendo? Jamás. Para eso —decía el irreductible Raimundi— tenían todo el día. En el pueblo no había nada que hacer con el tiempo. ¿Por qué esperar hasta el final?.

Sólo domingos y fiestas de guardar Benito Raimundi bajaba de su Olimpo personal a mirar cara a cara a sus vecinos mundanos. Entonces abría a cualquiera, en noche cerrada o con la lluvia ahogando a los cascarudos. El Señor jamás negó su mano a un necesitado, le escucharon decir una vez. Aquel era el único mandamiento de su teología personal que el verdulero consideraba algo más que a sí mismo. La religión había dado a Estación Alicia un benefactor como Don Benito para que jamás nadie se quede sin tomate para el tuco. Los domingos.



Después de pedir a Raimundi un segundo con Osvaldito, Carlitos se quedó esperando a que la cola acabe. La verdulería olía y se sentía fresca. La causa estaba en los aromas de ensueño de las hierbas recién segadas —la menta, el romero y el tomillo— y en la semipenumbra del local, un viejo garage al que el sol inclemente de Estación Alicia apenas tocaba de frente al atardecer.

El ayudante del panadero sabía que no debía ofuscar a Raimundi. Esperó en silencio ojeando la verdura de cajón, las bolsas de cebolla y la cesta de nísperos gordos y amarillos. No notó que Don Benito había dejado de atender y hacía tiempo que lo miraba traspasándolo con los ojos.

—¡Osvaldito! —gritó el viejo grandulón—. ¡Vení pacá, carajo, que ti anda buscando el de la panadería!

Un muchachote con los labios húmedos de baba apareció por detrás de la cortina de plástico que daba al cuarto interior. Miró al patrón furtivamente, como si el viejo fuera a darle un manotazo. Se restregaba las palmas en un delantal que alguna vez fue blanco.

—Andá pero volvé enseguida. Tené cinco minutos.

Osvaldito levantó la cabeza y vio al ayudante de la panadería. Sonrió y salieron.

—¡Y no te manché el delantal, eh! ¡Mirá que no hay quien lave!

***

Carlitos y Osvaldito se sentaron en el cordón de la cuneta. Hablaron en voz muy baja para evitarse los oídos indiscretos. De vez en cuando giraban la cabeza hacia la verdulería. Apoyado en el mostrador, el viejo no les quitaba los ojos de encima.

(Tiempo después se sabría que ése era el segundo germen de la revolución de Estación Alicia —el primero fue la reunión en la panadería entre Porchetito Marx y Carlitos Trotsky. La charla en la vereda derivó en la constitución de la célula Los Anarquistas de Bakunin Capaz Que Nunca Entendieron Nada Entero, integrada por Carlitos y Osvaldito. Nombre clave, “Los A.B.C.-N.E.N.E.” Fue una idea de Porchetto, que la descubrió compleja apenas creada. La abrevió de inmediato a Los Anarquistas para facilitar su memorización. Una vez precipitados los hechos, nadie siquiera recordó que había una célula formada por el aprendiz de panadero y el frutero gangoso.)

Mientras Don Benito intentaba pescar una palabra de la charla, la misma cortina que acarició el ingreso de Osvaldito dejó pasar al Ñafa. Era un chico atildado que usaba el pelo corto a la base, rapado con yilé. Podía pasar por un aplicadísimo estudiante de secundaria de no ser porque en su vida pisó una escuela. Pero su imagen, todo una, remitía al pupitre: pantalón gris, limpísimo; camisa blanca con rayitas azules verticales, impecable; zapatos negros, lustradísimos; y un delantal más propio de dependiente de farmacia que de un manejador de papa negra.

—Nene, ¿ sabé en qué andan esto dó?

Ñafa echó una mirada a la calle. Dijo que no.

—Viene mucho por acá éste. Y anda siempre pegado al Porchetito, que quién sabe qué cosa le mete en la saviola. Ese chico nos va a traer un día un dolor de cabeza que madre mía. Andá y fijate a ver qué hablan, dale.

Ñafa se acercó despacio para no alertar a los anormales de la vereda. Don Benito lo alentaba a ir más adelante echándole aire con la mano. No llegó a la puerta. Se quedó acomodando y volviendo a acomodar la lechuga mantecosa. Cuando el manoseo desarmó los plantines en decenas de hojas, volvió hacia el patrón, que seguía impaciente.

—¿Y? ¿Qué dicen? ¿En qué andan?¿Hablan de mí? ¿Quíace el dependiente del panadero acá? Contá, nene, contá...

—Nada, don.

—¡¿Nada qué?! ¡¿Nada nada, nada de anda?! ¡Hace no sé cuánto que hablan y me decí que nada... ¿Para qué carajo te mando si no sabé escuchá, ah?

—Pero no se escucha nada... Hablan así de bajito —el chico mostró el pulgar y el índice separados por milímetros de aire— No se oye, ¿qué quiere, que invente?

—¡Ma’, que no se va a oír, sos vos el que no escuchá bien! Hacé una cosa, nene, haceme el favor, llamalo al Osvaldito pa’ que entre que ya se la pasó de largo.

Ñafa salió a la puerta y le gritó al gangoso. El muchachote se despidió del otro y entró a la carrera con pasitos cortos y la cabeza gacha. Ni se detuvo frente a la mirada de fiera de Don Benito y pasó derecho al fondo, haciendo volar cada tira de la cortina plástica.

—¡¡Nene!! ¡¡Vení acá!!

Nadie salió por la puerta, donde la cortina fue recuperando progresivamente la vertical, meciéndose cada vez más lentamente.

—¡¡Nene!!

Nada.

—¡Osvaldito, carajo, venga pa'cá, che!.

Otra vez, nada. Entonces el viejo miró al Ñafa, que a su vez lo miraba a él aburrido de ver la escena reiterarse. Tiempo atrás, Carlitos había empezado a merodear la verdulería. Raimundi olió enseguida el comportamiento extraño. El dependiente del panadero compraba un par de naranjas y se iba. Volvía al rato y se llevaba dos mandarinas. Después, una planta chica de lechuga u otra cosa pequeña. Así varias veces por día y varios días a la semana.

Don Benito se repetía que Porchetto debía estar loco, como todos decían, o demasiado aburrido como para mandarlo a comprar de una cosa por vez. Recién empezó a mirar con recelo a Carlitos cuando las escenas se repitieron por segunda semana consecutiva. Lo dejaba hacer siguiéndole los pasos de reojo.

Carlitos tomaba un par de manzanas, conversaba o saludaba a la clientela y le hacía algún chiste estúpido a Osvaldito. No se daba con Ñafa y mantenía la distancia con el viejo. Era entendible que nada pasara con el huérfano: Ñafa vivía encerrado en sí mismo. Pero, ¿con él? ¿Por qué no con él? Todos en Estación Alicia sabían de sus modos duros y Carlitos no los desconocía. Mas, mal que mal, la clientela le daba charla. Qué buena había salido la escarola, qué de apretador que anda el sol, cómo de desgraciadas son estas lluvias y ese tipo de cosas. ¿Por qué Carlitos no?

—Debe ser por las investigacione... Eso. Éste sabe algo... —se dijo el viejo, en un tono que el Ñafa no oyó.

Raimundi ordenó al chico prolijo que le trajese al gangoso. Cuando volvió, el Ñafa entró primero y se paró al lado de los cestos de pimientos que franqueaban la puerta. Después apareció Osvaldito, otra vez con la cabeza gacha y las manos estrujando el delantal.

—Nene... —arrancó Raimundi, tratando de mantener la calma—. Decime un poquito... ¿qué pasa que el de la panadería tianda buscando di
hace tanto?.

—Nada —dijo el otro con la voz gangosa y grave—. É me amego, don.

—¡¡Qué amigo ni ocho cuarto!! —tronó el viejo.

Ñafa dio un golpe de cabeza hacia Osvaldito indicándole al verdulero que se estaba propasando. Raimundi comprendió. Se mordió los labios, tomó aire y encaró otra vez.

—A ver... Decime, mirá... no creo que ése sea su amigo porque haigan unos mese que anda por acá dando vuelta. lo ví, no me digái nada raro. Venía acá, compraba cosa y con el único que fue haciendo miga é con usté. Eso é sospechoso. No me diga que é su amigo porque sé que no é verdad, ojota con eso.

Osvaldito seguía con la mirada en el piso. El viejo continuó.

—Ese muchacho, Carlito, tiene algo con usté, nene. Viene acá, me lo pide unos minutos y se me sientan en la vereda a hablar mientras relojean pacá de reojo. ¡Qué amigo ni amigo! ¡Acá hay algo raro y me lo vai a decí!

—Pero... é me amego, don. Nada . Hablamo...

—Sí, eso, hablan. ¿De qué?

—De coza, don, de lo que queremo hazer. Carlito quere que sho pueda hazed cosa, Don Beneto...

—¿Qué cosa?

La vergüenza ganaba al chico, siempre con los ojos en el piso y la baba a punto de desbordar los labios. A la par, el viejo se impacientaba.

Eztamo hazendo una deunión, don...

—¿Reunión? ¿Qué reunión? ¿De qué?

—De nada, no me diho...

—¡¡me está cargando, nene!! ¡Llevan no sé cuánto parloteando así que no me joda con que no sabe de qué reunión hablan! A usted le faia pero no é boludo. Vamo', desembuche...

É uda reunió zecreta pa’ hablá de coza que todo penzamo. Nada .

Raimundi se quedó blanco. Algo en su cabeza le decía que el encuentro entrañaba algún tipo de peligro y que ese peligro estaba en directa relación con él.

—¡¿Qué reunión secreta?! ¡¿De qué carajo hablan?! —saltó, asustado y lívido, el verdulero.

Vamo a dezenmascará lo oculto, don.

—¡¿Lo oculto?! ¡Hai visto! ¡Sabía que andaban en algo, carajo! ¡¡Sabía que se estaban metiendo conmigo!!

Pedo... Don, no...

—¡¡Cáiese, mocoso!! ¡Y vaia diciéndole a su style="color:#000000;">iunta que sé en qué andai! ¡¡Vuele diacá, le digo, vuele!!

Los gritos del viejo y la orden acabaron por intimidar a Osvaldito, que voló al fondo con el paso cortito de laucha y más encorvado que nunca.

—Y también, Ñafa, ¡¡rajá diacá!!

El viejo no alcanzó a terminar la frase que el chico abandonó el lugar sin siquiera cambiar el gesto. Raimundi se sentó en una silla de madera para recuperar la calma. Inhaló y exhaló exagerando las pausas.

—Habráse visto tamaña joda... Eran las investigacione, nomá. Me andan buscando. Pero no los voy a dejá: voy a encontrá los ogni y se van a tené que aguantar. se van a acordá de mí cuando se hable en todos lado de los platío voladore que descubrió Benito Raimundi, carajo.

El puñetazo abrió una herida en el viejo mostrador de pino, podrido de humedad.


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23 piquetes:

› Un piquete VIP de Anónimo

No lo he leído porque quiero tener tiempo.
Sólo te aviso de que tienes un premio en mi blog, para recogerlo, pero que si no te gusta esto de los premios lo entenderé, vale?
Un beso.

› Un piquete VIP de Unknown

Antes de seguir leyendo: Gemelo premiado????
Felicitaciones, güey!!
Qué es???

› Un piquete VIP de Unknown

Veo que hay mucha jerga pero no se dificulta la lectura. ¿De dónde es ese... Lunfardo?

Deduzco que saviola es mente o cabeza, verdad?

Tengo que ponerme al día!

› Un piquete VIP de Anónimo

Saviola es cabeza
Y por el uso del "iá" y "ió" en vez de "ya" y "yo", es jerga de Córdoba, en el centro de Argentina.

› Un piquete VIP de Anónimo

Otro Anónimo que me jodió...
Felicitaciones por el premio, Diego. Qué es, contá.

Pablo Urrandaburu

› Un piquete VIP de Anónimo

Vaya una vez mas demostrando lo genio que eres, que manera de traducir a ese gangoso

Te felicito por tan merecido premio

Saludos

› Un piquete VIP de Diego Fonseca

Soboro: Muchas gracias por el premio. Sos demasiado gentil conmigo. Beso.

› Un piquete VIP de Diego Fonseca

Machuca: Es un premio que se pasa de un blogger a otro (Soboro, corregime si me equivoco). Se llama Brillante Weblog 2008. Encuentran el sitio de Soboro en los Enlaces del menú de El Gemelo Malvado. O pueden hacer clic en su nombre para ver el perfil e ir al sitio desde allí. O ir por este link: http://soboro-trestristestigres.blogspot.com

› Un piquete VIP de Diego Fonseca

Anónimo: La explicación está bien.

Pablo: Ya lo dije arriba. Algo más sobre Soboro: tiene muy buena pluma y una colección de seguidores. Buena gente.

› Un piquete VIP de Diego Fonseca

Cara de Amante: Estoy esperando la demanda de la Azoziazión de Zezozoz.

› Un piquete VIP de Unknown

Jejeje, la cara parecia la bandera de uruguay, mirá si habra sido blanco el tipo.. je je je

› Un piquete VIP de Unknown

Lo que son las suscripciones, ¿no? Un comentario trae al otro pero hasta que no saltó el primero nadie mostró la carita, cobardes. Y se los digo yo que soy 11 o 12!

Ahora a lo importante, a ver: el panadero está chiflado, Carlitos es nervioso, el gangoso, la maestra es desmemoriada e insomne, el despensero persigue ovnis... Ya me veo para dónde va esto. ¿No hay nadie normal ahí?

› Un piquete VIP de Unknown

Felicitaciones por el premio! Si tuviera blog te doy uno a la productividad. Dormí, macho.

› Un piquete VIP de Diego Fonseca

Visitante: Hoy esa frase ya no me gusta mucho.

Marcos: Gracias por preocuparte por mi salud, pero duermo y muy bien. ¿Hay alguien normal en algún lado? Todos tenemos taras. Revisá y vas a ver. Algo que te parece perfectamente normal puede ser disfuncional para otros.

› Un piquete VIP de Unknown

Excelente. Me cuesta un poco la jerga, pero tienes un ritmo impresionante y una calidad enorme para los diálogos. ¿Para cuándo libro?

› Un piquete VIP de Diego Fonseca

Garrafa: No sé, pero gracias por preguntar.

› Un piquete VIP de Unknown

Ojo al piojo con este comando del gangoso y el panadero. Tienen la victoria garantizada, dos tipos muy brillantes son. Si en La Vigilia tenés locos a patadas, acá hay cada salame que no alcanzaría el psiquiátrico de Casillas para meterlos.
Buenas novelas, che. Cómo carajo hacés para escribir tanto?
Ya vi lo de La Lettera que pregunté en El Gemelo.

Saludos
Marcos

› Un piquete VIP de Diego Fonseca

Marcos: Desde que recuerdo escribo mucho y seguido. Tengo siempre cuadernos y bolígrafos/lapiceras conmigo. Uno para periodismo, otro para ficción.

› Un piquete VIP de Unknown

Me pregunto lo mismo que Garrafa. Va siendo hora, colega.
Tengo "prolijamente", como os gusta decir a vosotros los argentinos, impreso cada capítulo de esta y La Vigilia.

› Un piquete VIP de Unknown

Lo anterior sonó extremadamente poco masculino, Gemelo. Ya me parezco a Machuca La Ruca.

› Un piquete VIP de Unknown

No entendí mucho lo de la bandera de Uruguay en la cara.

› Un piquete VIP de Diego Fonseca

Miguel: Gracias por tu dedicación y por el deseo del libro. Quién sabe qué pasa. Y no, no sonó mal. Sigue siendo usted un españolísimo señor de pelo en pecho, che.

Horacio: Esa frase siempre me generó problemas. Explicarlo es... en vano.

› Un piquete VIP de Johny B Good

Tengo que ir deaspacio porque me cuesta leer novela y relatos al mismo tiempo con tanto trabajo adelante.
Imprimiré esto y volveré después dle fin de semana.

JohnnyB/JBB

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