miércoles, 23 de julio de 2008

Lopes

LA REVOLUTA - EPISODIO 7

Pilas de libros se amontonaban a ambos lados del pasillo. Literatura inglesa, Cela, Cervantes, Darío, Neruda, Goethe y el romanticismo alemán. Checos y rusos; T.S. Elliot, Melville, una edición vieja de Eco; varios tomos de poetas europeos. Mistral, Storni y Benedetti. Al final del pasillo empezaba la colección de historia, economía y política. Prasky reconoció la primera hilera, que precedía a otras internadas en una habitación. Alberdi, los escritos de Moreno, el derecho de Vélez Sársfield, Ezequiel Martínez Estrada, todo Forja...

El pasillo estaba rematado por dos escalones y se abría a una cocina amplia. Un ventanal de vidrios traslúcidos por la mugre dejaba pasar algo de la luz del patio. Había más libros sobre las hornallas de la cocina, la heladera y la mesada. También en la mesa, acompañando a una pava con un mate.

Frente a ellos, Lopes, un hombre bajo y grueso, con un reseco cabello cano que le llegaba a los hombros. Usaba anteojos culo de botella; tenían el marco arreglado con cinta Stiko.

Invitó a Prasky a sentarse.

—Corra al gato, lo único.

Acurrucado en la silla frente al viejo, un felino enorme, negro y blanco, tuerto del ojo derecho, levantó la cabeza y miró a Prasky. Después se escurrió al piso maullando una larga queja.

—Discúlpelo, es su lugar y no viene mucha gente... Hagamos las presentaciones del caso. Ya sabe que soy Lopes. ¿Su nombre es...?

—Ezequiel Prasky, de Buenos Aires.

—Se le nota. Bienvenido a mi humilde hogar.

—Gracias.

Lopes tomó la pava y cebó un mate largo. Se lo ofreció.

—No, gracias, no tomo.

—¿No le gusta?.

—No es eso. Hace tiempo que dejé. Mucha acidez.

—También yo, pero lo que no se asume antes a esta altura ya está amortizado. Mucho más no puede venir. ¿Seguro que no, no?

El otro meneó la cabeza.

—Entonces dígame en qué puedo ayudarlo.

—La señora... Doña Margarita... me dijo que usted podía tener un teléfono. Mi auto se quedó en el camino a una semillera y necesito hablar a Buenos Aires. Si me facilita el aparato le pago la llamada, por supuesto.

—Pues el teléfono está pero no podrá hablar por dos razones.

—La luz es una.

—La luz es una, sí, y la más importante. La otra es que no sé ni dónde está, así que aunque hubiera luz de nada le serviría.

—¿Se le perdió entre los libros?

—O lo tiré, qué se yo. Hace tanto que no anda que no tiene demasiado sentido tenerlo.

Lopes se sirvió otro mate, mordisqueó una galleta y miró a Prasky.

—La semillera esta...

—Monsanto.

—Ya le avisaron que no queda por acá, ¿no?.

—Sí, parece que alguien se divirtió a mi costa. La señora me dijo que tampoco había mecánico para arreglar el auto.

—No le mintió, no hay. A lo mejor uno de los peones de los campos le puede ayudar. Si quiere, después lo acompaño a buscar alguno, pero dudo que tengamos suerte porque deben andar preparando la cosecha en medio de las estancias y no salen más que cuando la terminan.

—El que me trajo, un gringo grandote...

—Dugoni.

—El mismo. Me dijo que podía sacarme del pueblo en varios días. ¿No hay otra cosa con la que salir que no sea el tractor de Dugoni?

—Ojalá.

—¿Nada más?

—Insisto, mañana vemos en los campos, por si acaso. Pero lo dudo. Aquí las comunicaciones no son fáciles.

—No me sorprende.

Lopes se cebó el tercer mate. Por debajo de su asiento apareció el gato, que saltó sobre sus piernas. El viejo le acarició el lomo en silencio y chupó la bombilla. Prasky sentía que el tiempo se le pasaba rápido y sin peso. No sabía qué hacía conversando allí. No tenía teléfono, salida ni plan. Y no estaba desesperado, que era lo que solía sucederle cuando las cosas le iban mal.

Señaló al gato. El animal lo miró con su ojo único. Era gris.

—¿Cómo se llama?

—Crimen y Castigo.

—...

—Bueno, en realidad éste se llama Crimen. Castigo era otro, uno marrón a rayas. Apareció muerto un día en el patio debajo de los paraísos que dan a la panadería. Me dio no se qué que éste se quedara solo. Por ende, pasó a sintetizar mi única relación permanente.

—Dice bastante que su única relación se llame Crimen y Castigo.

—Dije permanente —corrigió Lopes—, no única. No le busque la quinta pata al gato, que, como ve, tiene cuatro. Podría llamarse Mishi o Gato. Ocurre que llegaron los dos solos, de chiquitos, perdidos, y yo estaba leyendo a Dostoievski. En fin, se entiende, nada original...

—¿Le gustan mucho los gatos? A Poe le gustaban, a Soriano... —Prasky señaló un ejemplar de Triste, solitario y final que asomaba entre los libros de la mesa—. Tiene de todo.

—Sí, aún puedo leer, por suerte. Mucho no hay para hacer acá.

—¿Cómo los compra? Si no hay mecánico ni luz, menos debe haber librerías.

—Me llegan con el correo, cada uno, dos, tres meses, dependiendo de cuando viene el cartero.

—¿Los pide cada uno o dos meses? —Prasky remarcó el cada.

—Vienen cada. Si el cartero pasara todos los días esto sería un vergel —sonrió el anciano—. Pasa cuando junta una buena cantidad de cartas, o de encomiendas, o de envíos. Lo traen en una camioneta o en un tractor, lo que consiga para venir. Espérese un poquito. Venga conmigo.

Lopes se paró y el gato saltó al piso siguiendo sus pasos. El viejo caminó hasta una puertita de chapa y vidrio que daba al fondo. Salieron a un patio de tierra apisonada que terminaba en un nuevo baldío de pasto crecido. Otro baldío, pensó Prasky. Atrás del hostal, al frente de la casa, aquí detrás. Este lugar brotó de la tierra entre los yuyos, una Atlántida al revés.

En el patio, hacia la izquierda, un tapial de ladrillos agujereado separaba la casa de la panadería La Espiga Roja. A la derecha, pegada a la casa, una piecita sin ventanas. Lopes abrió esa puerta y el olor a humedad escapó como un fantasma. El lugar debía permanecer cerrado la mayor parte del día y parecía soportar los asaltos del calor y las lluvias pues estaba ordenado y limpio. Estanterías se alzaban desde el piso al techo, otra vez, repletas de libros. Un cable sin bombilla caía del cielorraso.

—Aquí está lo último. Ese libro de Soriano es de los pocos que he llevado al frente. Lo que me llega, como no tengo mucho lugar allá, queda acá. Lo busco a medida que leo.

—¿Cuántos libros tiene, Lopes?

—No llevo la cuenta.

—Son muchos para la biblioteca de un pueblo. De éste pueblo.

—Estación. Ni somos pueblo. Y no es del pueblo: es mía.

Allí estaba una reedición de Cortázar de la Biblioteca Ayacucho, varias de las últimas publicaciones de Savater y Saramago. Decenas de libros. Chaucer, Vonegut, Fuentes y Rilke más autores desconocidos para el periodista. Todos en perfecto estado, alineados alfabéticamente y por el canto, con el lomo a la vista para ser tomados sin esfuerzo.

El viejo salió y detuvo el paso en medio del patio. Prasky seguía embelesado en el cuartito. Lo llamó y se metió en la casa para alejarse del sol. Encendió el fuego de la hornalla, llenó con agua de una jarra una pavita de aluminio abollada y la puso sobre la llama. Después se sentó a esperar al otro. Prasky entró a la cocina con el mismo rostro asombrado que tenía en el depósito.

—¿Vio? Falta de todo pero no falta mucho.

—Memorable. Un pueblo en la nada y el hombre que lee. Qué historia. No me malinterprete, pero no veo nada que pueda decir que su vida pasa por, pongamos, cultivar garbanzos. Y lo que más me llama la atención es que tenga tanta literatura actualizada con los problemas que tienen —Prasky se aclaró la voz y acercó la silla aferrándola por el respaldo—. Esto es lo que no entiendo: ¿cómo tiene esto y faltan servicios claves como la luz?

—Una cosa no quita la otra. Ya verá cómo es esto si se queda. Acompáñeme con unos mates. Venga.

Por cortesía, Prasky aceptó. Sólo uno. La acidez, esa cosa.

—¿Doña Margarita le dijo que me pregunte? Ella me contó que vendría por el teléfono pero nada más. ¿Tanto le importa?

—Me pica la idea, más que nada. Ella contó que fueron problemas con políticos o algo así y que usted podría decirme más. No sabía demasiado, parece, o no quería hablar. Como sea, acá estoy. ¿Tan importante fue como para que tenga que hablar con el sabio del pueblo? —guiñó un ojo cómplice.

—¿Anda con tiempo?... Perdone que pregunte, no es una ironía, pero no viene mucha gente, ¿le dije, no? De modo que, cuando vienen, pregunto porque suelen andar de paso. Bah, suelen: suele. Es apenas la maestrita, que de vez en cuando se llega a buscar un libro. Medio largo el asunto.

—Cuente, nomás. He suspendido mis planes para el cine.

SIGUIENTE → LOS ANARQUISTAS DE BAKUNIN NUNCA ENTENDIERON NADA

ANTERIOR ← ANA NO DUERME

23 piquetes:

› Un piquete VIP de Unknown

Hola a todos,
Genial eso del gato que hereda su doble nombre. Veo que se empieza a definir: Lopes será el galpón de la memoria.

› Un piquete VIP de Unknown

Ja! Ahora soy re-Piquetera-Piquetera con eso de "Un piquete VIP". Me siento importante... ja ja ja
Ya mismo marcho otra vez por Libertador.
Juanita, venga querida, tráigase la cacerola de aluminio y golpee por mí en la calle!
ja ja ja

› Un piquete VIP de Anónimo

La casa de Lopes es un vergel en el desierto.
Tienes mucha habilidad para el diálogo. Queda muy real.

› Un piquete VIP de Unknown

Cierto eso. La idea es loquísima, pero existen. Acá cerca, como de Canelones para el este, hay un pueblo que casi no existe pero tiene biblioteca.

› Un piquete VIP de Unknown

Y la historia me hace acordar a los pueblos de Uruguay, Fonseca.
Lopes con s... ¿brazuca?

› Un piquete VIP de Diego Fonseca

Ana Lía: Sí, algo de eso hay con Lopes. ¿Te acordás de Roberto Cenderelli? No es que sea lo mismo, pero tu mención al "galpón de la memoria", me lo trajo a él.

Soboro: Gracias. Siempre tiene que haber un vergel. El alimento es necesario, mi estimada.

Washington: Los pueblos sojeros y llanos son muy parecidos en esa zona. Y por zona incluyo a Paraguay, Bolivia y el sur de Brasil. El acceso a Santa Cruz de la Sierra es muy semejante al de muchas ciudades pequeñas de la pampa gringa argentina.

› Un piquete VIP de Unknown

Ay, a mí el mate también me da acidez pero viviendo a la distancia (Madrid) sirve para volver a Córdoba. ¿La revolución en el campo en serio que está escrita desde antes de que pasaran los piquetes? Te digo que sería muy oportuno que fuera ahora.
Voy a pasarselo a unos amigos. Suerte.

› Un piquete VIP de Unknown

Coincido con SOboro: tus diálogos están muy bien logrados, como si fuese la transcripción (se escribe así o sin la n?) de una conversación real.
Avanza La Revoluta y me gusta, Gemelo.

› Un piquete VIP de Anónimo

Ah, yo quiero ver el capitulo que viene, "los anarquistas de bakunin nunca supieron nada", ese pinta que viene con risa incluida.
muy buena novela... ¿paródica seria?

› Un piquete VIP de Diego Fonseca

Catalina: Bienvenida. Lo dice en el Menú, en "La Revoluta y Piquetero VIP". Tiene diez años de escrita. La conexión con la crisis en Argentina se me hace demasiado limítrofe.

Claudia: Miss Heinz, ¿verdad? Gracias por tus palabras.

Anónimo: Paródica, totalmente. Sarcástica, irónica, algo cínica, un cachito romántica también. Y cursi en algún tramo, dijo otro Anónimo tiempo atrás.

› Un piquete VIP de Unknown
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
› Un piquete VIP de Unknown

"Un pueblo en la nada y el hombre que lee" podría haber sido el título para el tramo de "Lopes", ¿no? Pero entiendo que es capítulo cerrado y novela escrita, así que sugeriré en La Vigilia. Prometido y cumpliré, Diego.

› Un piquete VIP de Unknown

Diego, cuando puedas, quita el comentario que está encima del precedente. Se me disparó la comilla sola.

› Un piquete VIP de Unknown

Este capitulo no me entusiasmó mucho porque me ha parecido algo transicional, Gemelo. El anterior fue más chévere.

› Un piquete VIP de Diego Fonseca

Pantaleón: Eliminado. Es un buen título, de todos modos.

Teresa: Sobre gustos, mi señora... Bienvenida otra vez.

› Un piquete VIP de Anónimo

¿Mañana hay otra de La Revoluta?

› Un piquete VIP de Diego Fonseca

Anónimo: Sip. Póngase nombre o no le hablo más.

› Un piquete VIP de Anónimo

Todos contentos ahora, ¿no?
La verdad que tenés razón, eso de andar como anónimo no da.

› Un piquete VIP de Diego Fonseca

Anónimo: No sé si más contentos, pero un decímetro más originales. Bienvenido.

› Un piquete VIP de Unknown

Hoy es un día piquetero. Hoy toca. Vamos...

› Un piquete VIP de Unknown

Hoy leo los dos porque no me dí tiempo para nada. Diego, ¿Cuándo publicás en La Lettera?

› Un piquete VIP de Unknown

Humm... También estoy en deuda.
Marion Getz
Miami, FL

› Un piquete VIP de Diego Fonseca

Nippur: Ya sale.
Vicky: No sé. Estoy con varias cosas en el plato.
Marion: Nunca hay deuda.

Ahora subo el capítulo de "La Revoluta".

Dejar un comentario en Piquetero VIP

Bemvindo.
Somos gente grande, así que no hay moderación de comentarios anónimos. Textos ofensivos, al tacho de basura.

 
© Diego Fonseca Licencia Creative Commons ::: © 2008 - [ village ] diseño de doxs | templates