La historia cruzó un puente
LA REVOLUTA – EPISODIO 19
La voz del gringo que leía un pasaje de Corintios era el único sonido que quebraba la monotonía de la capilla en la Estación. Llevaba la lectura a tropezones, sin esforzarse por simular los balbuceos. A la gente parecía no importarle y lo seguía con paciencia o compasión. Es probable que el respeto por la palabra superase la irregularidad de la propagación carente de norma y culto. Inútil indagar si eso ayudaba a que Dios escuchase o si lo aburría como a un cura de confesionario: tampoco había otra idea mejor.
Como en todo día de guardar, el domingo estaban en la iglesia el verdulero Raimundi, Margarita y algunos chicos de la escuela. La maestra Ana acompañaba apoyada contra una pared lateral. Hasta Lopes había ido y eso era raro. Su presencia era infrecuente. El viejo lo hacía más por salir un rato de su casa que por devoción. Esa vez fue acompañado de Prasky, que absorbía a borbotones las imágenes del pueblo, por primera vez presentándose con más de tres personas al mismo tiempo. Allí había una comunidad de cuarenta, la mayoría seres anónimos sin distingos. El periodista quiso que estaba frente a una síntesis perfecta de Estación Alicia.
Lopes lo fue guiando entre cuchicheos, presentándole uno por uno a quienes antes había mencionado en su casa entre mate y mate. El verdulero, al fondo, a tres sillas de Margarita. Al costado, la maestra. Un poco más allá, el gordito Saldaña, dormitando. No halló a Carlitos, el dependiente del panadero. Tampoco a Porchetto, que nada más tenía lugar en la mollera para el materialismo dialéctico ortodoxo, el conflicto como motor de la historia y el gramaje exacto de levadura de la baguette.
La misa finalizó con un largo padrenuestro y dos avemarías rezados en síncopa y bibliotecario y periodista salieron para mezclarse con la gente. Ochenta ojos, esquivos como perros golpeados, los estudiaban con golpecitos de mirada. A Lopes lo saludaron un par de vecinos por cortesía —“buenos días”, “qué tal”— con vocecitas que se esforzaban por hacerse oir. Prasky pensó que la gente estaba perdiendo el habla en esa celda de aislamiento al aire libre.
Entonces apareció la maestra.
—Hola, soy Ana, ¿vos sos...?
Había llegado de improviso, sin que ninguno la notara. Prasky se quedó de una pieza por el saludo directo, que contrastaba con la caminata algodonada de los feligreses que abandonaban la capilla.
—Ezequiel Prasky, qué tal.
—El perdido.
—El mismo. Preguntaría cómo sabés, pero me parece que está de más —dijo sonriendo y mirando a Lopes, que le sonrió también.
—Me enteré en la verdulería —mintió ella—. Alguien dijo que había una persona nueva y el único nuevo sos vos, el perdido.
Prasky volvió a sonreírle. Hablaba rápido y tenía la voz chispeante; distaba bastante de la chica que imaginaba, amargada por la estadía en el geriátrico pueblerino. Ana no era gran cosa, sí, pero allí una mujer joven era gran cosa. Tenía el cabello suelto y bien peinado y vestía una pollera larga con una camisita de algodón blanco con zapatos negros rematados con una hebilla plateada. La humedad de la transpiración le había hundido la camisa en el pecho, que se sugería bastante generoso.
—Ana es la maestra, Prasky —intervino Lopes, como si hiciera falta.
—No pensé otra cosa —ironizó él sin dejar de mirar a la chica—. ¿Hace mucho que andás por acá?
—Bastante, aunque ni me acuerdo con precisión. El almanaque se puso viejo... ¿Te puedo preguntar cuánto te quedás?
—Todavía no consigo irme. Quizá me vaya hoy o mañana con el tipo de la F82. ¿Giusti era?
—Aha, pero no vi su camioneta en el pueblo. ¿Sigue acá, Don Lopes?
—Puede ser. Se la deben haber llevado los peones, pero si Giusti dijo que lo lleva, lo lleva. En eso debe cumplir.
—¿Hay algo en que no cumpla? —se quedó intrigado Prasky.
—No... —respondió sin ganas el anciano—. Bah, qué se yo, no entro en las minucias de nuestra alta sociedad.
Ana disfrutó la ironía; le habló al periodista:
—Bueno, si te quedás a lo mejor pasa algo. Acá no hay nada, ya te dije, y que vos ya estés es sinónimo de que algo pase.
A él le gustó el coqueteo.
—Lo máximo que podría pasarme es que me hagan una fiesta de bienvenida para ver cómo es el mundo fuera de aquí. Estoy asombrado por eso de la luz. ¿Cómo se enteran de las cosas que han pasado en veinticinco años? —insistió directamente con la maestra.
—Noticias llegan, pocas. A veces traen diarios viejos pero es muy salteado, así que nadie sigue al mundo demasiado. La gente los usa para prender las cocinas. Tampoco yo los leo. ¿Para qué? ¿Qué puede pasar que nos afecte si no existimos? Lopes sí. Lee, quiero decir. Periódicos.
—Él sabe —interpuso el viejo, que ya se sabía fuera de la conversación.
—Pero, ¿no les importa saber del presidente, la economía...?
Ana tomó el interrogatorio con paciencia. Al menos era hablar con alguien como ella y no divagar con pequeñas mentes inertes.
—Mirá, van dos décadas sin luz y las cosas siguen igual. Afuera debe haber cambiado bastante pero nada llega acá. Estamos como al margen del tiempo, ¿entendés? Hay una línea histórica que va por aquí —trazó una raya imaginaria entre ella y Prasky— y nosotros estamos acá —le puso un dedo en el pecho—. Si nada llegó en veinticinco años de este lugar —describió, apoyándole la mano en el esternón— hasta este —estiró los brazos a la altura de la cadera—, ¿por qué habría de llegar ahora? —terminó, con los ojos pícaros puestos en Prasky— Nada, no pasa nada. No tiene sentido enterarse de lo que no te afecta. La historia cruzó un puente con nosotros. Y lo voló.
—Es un modo de quedarse tranquilo, está bien —aceptó Prasky, que empezó a entender algo—. ¿Giusti no cuenta nada?
—No habla con mucha gente —sumó Lopes—. Viene, toma algo, come en lo de Doña Margarita, sale al campo. Se va
en el día o a lo sumo se queda una o dos noches. Nadie pregunta, él no cuenta. Lo que dice Ana, tal cual: no hay por quién preguntarse si tampoco esos quiénes se preguntan por nosotros. ¿O usted se andaría cuestionando lo que no conoce?
—Ojo —interrumpió la maestra antes de que el periodista respondiera—, capaz que algo pasa. ¿No vio a Porchetito?.
—Vive al lado pero no me fijo, querida. ¿Qué hay con él?
—No sé, pero pasé ayer a llevarme unos bizcochos a la vuelta de la escuela y lo vi en la piecita del fondo con Carlitos y el chico de la verdulería. No se juntaban desde aquella vez, ¿se acuerda?.
—¿Qué vez? —se interesó Prasky.
—Cuando se instaló la semillera a la que viajaba usted —amplió Lopes—. Unos tipos que también iban para allá se perdieron igual y acabaron en el pueblo. Para suerte de ellos, con el auto sano. Contaron adonde iban en el bar y Carlitos se fue volando a la panadería de Porchetto. ¿Ya vio el nombre, no?.
—Sí.
—Bueno, que al día siguiente salió Porchetto con una bandera roja y se lo llevó al Carlitos hasta allá, hasta la planta de la semillera. Hicieron, si se puede llamar así, una manifestación. Los tipos no entendían cómo podía estar pasando eso. ¿Una bandera comunista en el medio de la pampa? Una tontería. O Macondo, pero dudo que Porchetito lo haya leído alguna vez... En fin, que volvieron de allá entonados y se la pasaron dándole a la Internacional Socialista dos noches seguidas.
—¿Dos noches cantando?
—Tarareando. No tienen oído ni para la marchita.
—Loquísimo.
—Ahá. Según ellos, era el principio de la avanzada antiimperialista, pero en unos meses se cansaron.
—¿Y por qué va a pasar algo ahora? —insistió Prasky, ya en plan preguntador profesional— ¿Vos creés que se están reuniendo para otra revoluta? —rió.
—Podría ser —especuló la chica, también risueña— Cuando los ví, como que se incomodaron. Qué se yo... Porchetto notó que yo estaba atenta a los otros dos, dejó de atenderme y cerró la puerta de la pieza. Me miró medio feo. A lo mejor te vieron a vos y andan haciendo especulaciones, como aquella vez. ¿Mirá si te pegan porque sos del unitarismo porteño? —Lopes festejó la humorada de la chica—. En fin, quién sabe qué será esta vez, si es algo.
—¿Buenos Aires compra la pampa y Prasky es un agente del gobierno? —saltó el bibliotecario y los tres rieron con la ocurrencia.
La iglesia había quedado vacía. Apenas unas viejas caminando del brazo a media cuadra eran el último testimonio de que había habido una misa. Lopes fue el primero en notar la soledad.
—Vengan, los invito a tomar unos mates en casa. Ana, no puede decir que no.
—Tengo menos que hacer que Prasky, Don Lopes. Aparte, éste no está nada mal —se rió.
Epa. Al porteño volvió a sorprenderlo la determinación de la chica. Y le gustó que le sobaran el ego. Volvió a pensar que quizá pudiera llevarse algo bueno de Estación Alicia si no partía ese mismo día con Giusti. Fin de semana, nada por hacer, mujer sin hombre. Sonaba bien.
Salieron despacio hacia la casa del viejo y Prasky no pudo resistir echar una mirada a través de la puerta vidriada al pasar frente a La Espiga Roja, pero no distinguió ningún movimiento.
—Revolucionarios sojeros, qué país...
13 piquetes:
La revoluta pinta fracaso.
Interesantes las expectativas creadas con la historia de la maestra y Prasky.
Ya leeremos.
Eva
Es un fracaso desde el vamos. No creo que el tal panadero consigga nada.
Fonseca, volvimos. Ya sabemos que vos también volviste. Cómo lo pasaste en Sudamérica? Qué vida la tuya, puro viaje, macho. Y nosotros acá metidos en una novela que nos tiene atrapados esperando un destino. Qué dura es la vida del personaje!
Desde que Blogger puso esto del nombre/URL soy casi feliz: no sabés el tiempo que se ahorra.
Che, me tiene intrigado esta relacion Prasky/Ana. Concretan o es puro amague?
Eva
Qué poder de anticipación el tuyo. Ahora quemo los txt porque no me sirven ya de mucho.
Prasky
Yo que usted me voy ya mismo de allí.
Comandante
Lo pasé muy bien, gracias. Pero, ¿cómo sabe usted de mi viaje?
La vida de un personaje no es vida. Literal/ria/mente.
Luciano Federico
Si mi memoria no flaquea justo ahora, concretan. Bienvenido nuevamente. ¿Vino con Porchetito o con Prasky?
Che, ¿Por qué F82? ¿Qué modelo de Ford es ese?
Sí, mejor que concreten. POnele un poco de "seso", ponele...
Revolucionarios sojeros... ¿la Sociedad Rural o Federación Agraria?
¿En la novela participa De Angelis?
Sigo yo:
¿No está Cristi The Presidenta?
¿No hay discursos redistribucionistas peronistas?
¿Pensás dar un golpe de estado en la historia?
¿NO hay un Fernández, como en La Vigilia, pero que sea funcionario?
¿Y hay cortes de ruta en medio de la nada?
¿Y les aplican retenciones al medio kilo de baguette?
Ji ji
Què pasò... andan todos acelarados corriendo al escritor... ya sè còmo funciona esto: estàn suscriptos a los comentarios. por eso corren carreritas... asì es fàcil (lo que no es fàcil es este teclado en francès, la re p...)
A lo concreto: si no me falla la lectura del ritmo, en un par de episodios-capìtulos, Ana y Prasky finiquitan el asunto. Me equivoquè mucho o no le errè nada?
Chango
Ningún modelo. Es un error de carga de datos. Gracias por avisar. Corregido.
Vicky
No. No. Y a las otras dos preguntas post-carrera con Turca: no y tampoco. Las retenciones sólo son recomendables para los cañoncitos de dulce de leche y las bombas de crema.
Turca
No. Había un personaje parecido para Egoland, pero desactivé todo aquello.
Fernández sólo en La Vigilia. Golpes, sólo en el fútbol.
Rogelio Federer
No anda muy equivocado: sí están suscritos a comentarios (beneficio del master blogger: puedo verlos) y sí habrá movimiento en breve.
"En fin, que volvieron de allá entonados y se la pasaron dándole a la Internacional Socialista dos noches seguidas.
—¿Dos noches cantando?
—Tarareando. No tienen oído ni para la marchita."
Muy sutil: publicado dos días antes del 17 de octubre. Brillante. ¿Adrede?
Marion Getz,
Miami, FL
Marion
¿Cómo se te ocurre pensar que yo soy capaz de ese tipo de cosas?
Claro que es adrede. Pero no específicamente adrede: toda La Revoluta podría servir como referencia velada al 17/10 —y para que mucha gente saque conclusiones erróneas al respecto. Tengo lealtades aun pero no de las que campean justo al frente de Plaza de Mayo o con ciertas ideas peregrinas.
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